lunes, 22 de abril de 2013

Salvador Novo por Salvador Novo

[Grabado en madera de Montenegro]


Los textos literarios han existido mucho antes de que la moderna concepción de Literatura existiese; de forma paralela la concepción de géneros literarios cambia y va cambiando ese concepción de literatura que enmarca a los textos, al establecer un constante diálogo con las obras que se van publicando o de nuevas formas de leer viejos textos. Por otra parte, en las sociedades siempre han existido personas, grupos, que son mantenidos marginados por la propia sociedad; y no es sino hasta que se comienzan a ocuparse de ellos como grupo, o individuos, pero más importante cuando ellos mismo tiene la conciencia de su diferencia y toman la palabra para explicitarla, cuando el grupo se integra a la sociedad.
     Entre el ámbito literario y el social se pueden tender puentes para que este reconocimiento de las minorías se pueda llevar acabo. Para David Vilaseca (2003) ese medio son los textos autobiográficos (21) ya que al encontrarse a caballo entre varios límites genéricos y posturas ante la literatura, es el medio propicio para la toma de la palabra de los grupos marginados.
     El texto autobiográfico del escritor Salvador Novo (1904-1974), La estatua de sal (1998), no fue publicado sino quince años después de su fallecimiento y más de cuarenta años desde la fecha en la que fue terminado; es decir 1945. Esto se debió, como se comenta en la “Advertencia” (9-12) a La estatua de sal, al explícito deseo de Novo por mantener inédito el texto y, posteriormente, debido al fallecimiento del heredero de la obra de Novo, Antonio López Mancera, y el fallecimiento del editor que preparaba las obras completas del escritor, incluida La estatua de sal, Rousset Banda.
     La autobiografía de Salvador Novo tiene la posibilidad de ser leída al mismo tiempo como una bildungsroman de un joven homosexual en el norte del país y en la Ciudad de México en la época postrevolucionaria 1915-1945; así como un texto de corte confesional que da su particular versión de lo que ocurría en el ámbito literario y cultural de México en esas fechas. En ambos casos, es de notar que el texto se avoca primordialmente a la petite histoire: a la narración de la visión que hace posible el conocimiento del mundo, esa que nace de una mirada intencionada con el objetivo de encontrarse del otro lado de las cosas.
     En contraparte, para Sylvia Molloy (1996) los textos autobiográficos de la literatura latinoamericana del siglo XIX se caracterizan por darle mayor peso a la creación de los nuevos estados nacionales como el caso de Domingo Faustino Sarmiento y su obra Facundo o Civilización y barbarie en las pampas argentinas de 1845; o visto desde otro punto de vista: aquellos textos priorizaban el factor externo de la historia para explicar el movimiento interno de los protagonista. Quien hizo la primera reversión de este modelo de autobiografía, sigue Molloy (461), fue José Vasconcelos con su serie de cuatro libros que inician en 1935 con Ulises criollo y terminan en 1939 con El proconsulado; sin embargo, en los cuatro textos seguía presente en primer plano la polaridad de historia nacional e historia personal.
     En el caso de Salvador Novo en su autobiografía mueve el foco temático de lo nacional al cómo es y ejerce su sexualidad en un México donde la homosexualidad seguía considerándose una enfermedad, un desviamiento vulgar. En el prólogo a La estatua de sal, Carlos Monsiváis se pregunta: “¿Por qué escribir La estatua de sal? ¿Por qué ser el único homosexual de un largo periodo que devela su censuradísima intimidad?” (13). La respuesta que da el propio Monsiváis al finalizar su ensayo es: para encontrarse en otro tiempo, en otro espacio, a sí mismo en el espacio que es la escritura y la literatura (72). Casi un siglo antes Chateaubriand había advertido que a través de las memorias se escucha la voz de un muerto; en el caso de Novo, la voz que se escucha es una construcción hecha por él mismo que se desplaza a otro tiempo, que busca a otros lectores, y apela a otra forma de ser entendida la narración de su vida.
     Es importante tomar en cuento dos aspectos más del texto autobiográfico de Novo: cuándo lo escribió, 1945, y cuándo fue publicado, 1998. En 1945, comenta Monsiváis (13-14), no hubiese sido posible la publicación de La estatua de sal, ya que:
En 1945 no se sabe en América Latina de la lujuria otra, y Novo, al escribir sus memorias sexuales con la intención de publicarlas algún día, actúa con enorme valentía psicológica (escribir es conferirle a lo vivido una realidad muy distinta). En 1945 Novo se sabe, y con detalle, objeto de burlas y denigraciones, y por eso le ve sentido a su versión más bien triunfalista de la movilidad y la fijeza homosexuales, de las recompensas y el castigo que le sobrevienen a los quienes interrumpen su ascenso y se dan vuelta para contemplar, altaneros, el castigo a las ciudades de la llanura. Por razones muy atendibles (atizar el desprestigio es incurrir en riesgos múltiples), la idea de confesarse en público ante un horizonte de lectores conocidos y desconocidos es en principio vivir ante sí mismo la absoluta desnudez anímica. (68)
Su escritura autobiográfica es la toma de la palabra, y un posicionamiento ante el mundo sin los espejos que otorga la ficción y las concesiones que conlleva ésta, al velar la narración bajo un manto de irrealidad. Bajo las reglas de la ficción es más importante, desde los tiempos de Aristóteles, que lo narrado sea verosímil a que narre los hechos de la realidad. La valía de Novo es haber tomada esa palabra desnuda y haberle dado prioridad a contar desde su condición homosexual, no de escritor reconocido, y por lo tanto de una persona que no tenía derecho a la voz ni a proferir su historia personal en ese tiempo.
     Salvador Novo escribió para existir y no seguir la imperante lógica del ocultamiento (Monsiváis: 19), respecto a las otras formas de ejercer la sexualidad en México, en donde “si no se nombra no existe”. Escribió para dibujar el contorno de su persona, como revancha al sistema, como después lo haría Reinaldo Arenas, como un principio de identificación que ayudó a repensar los límites del género autobiográfico, pero principalmente, para des-dibujar los límites de lo masculino, de eso otro que se vuelve uno: algo que siempre ha estado presente y se descubre novísimo cuando se nombra.

REFERENCIAS

Molloy, Silvia. “The autobiographical narrative”, The Cambridge History of Latin America Literature, Vol. 2: The Twentieth Century, eds. Roberto González Echevarría & Enrique Pupo-Walker. Cambridge: Cambridge University Press, 1996. pp. 458-464.
Monsiváis, Carlos. “El mundo soslayado (Donde se mezclan la confesión y la proclama)”, Novo, 2008. pp. 13-72.
Novo, Salvador. La estatua de sal, 2ª ed. México: FCE, 2008.
Vilaseca, David. Hindsight and the Real: Subjetivity in Gay Hispanic Autobiography. Bern: Peter Lang, 2003.

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