sábado, 13 de abril de 2013

Pitol no escribe, recuerda

Hacia fines de noviembre visite una vieja casa en Xalapa. Una casa con paredes recubiertas de cuadros y anaqueles repletos de libros; una casa que más bien parecía un museo o una constatación de un largo viaje por todo el mundo. La casa tenía un amplio jardín que se conectaba, mediante una puerta casi oculta, con un jardín aún más grande. Al entrar a la casa se llegaba a una sala donde había muchas fotografías; la cocina y una pequeña sala de estar, se podían ver de sólo traspasar la puerta. En un cuarto ubicado a la izquierda se hallaba el estudio biblioteca mas los libros al no hallar cabida en ese pequeño cuarto invadían todos los rincones de la casa, llegando hasta el baño. Parecía que la casa ya no era habitada, acaso sólo por cuadros y libros, y todas las cosas dispuestas para llevar la rutina cotidiana sólo estuvieran en el lugar que estaban para generar un efecto de familiaridad en los visitantes que como yo no van únicamente a mirar las paredes.
     En esa casa vive Sergio Pitol Demeneghi. Escritor, traductor, profesor de literatura, antiguo diplomático mexicano en el extranjero y agregado cultural. Pitol pasó largo tiempo de viaje alrededor del mundo: más de veinte años. Y otros tantos años en esa vieja casona.
     A todos lados que iba, me comenta un joven que ayuda a Sergio Pitol, con él llevaba siempre varios cuadros y muchos libros, y curiosamente en la mayoría de los casos esos cuadros y libros cambiaban de manos y se quedaban a residir en lugares tan distantes y diversos como Praga o Shanghái. Todo se fue quedando entre países, excepto Pitol, que si se piensa detenidamente más que escritor es un escapista. O tal vez sí se fue quedando entre todos los países en los que vivió, tal vez de ahí su actual condición en la que todos los idiomas aprendidos se le escabullen.
     Durante largo tiempo Sergio Pitol vivió leyendo, releyendo y traduciendo obras de escritores no frecuentados en el mundo de las letras hispánicas, mucho menos en el ámbito mexicano. Sus constantes escapes no sólo se corresponden con su movimiento por distintas geografías; empezó desde sus primeros años de vida y desde ese momento el punto de fuga siempre ha sido la literatura. La voz que hacía suya al traducir fue el principal motor de su posterior y consumado estilo estético. Pitol no le descubrió a los hispanohablantes nuevas formas de pensar al traducir, sino que con sus traducciones logró crear nuevas posibilidades de pensar la realidad de los hispanohablantes, lo que no es poca cosa.
     Su movimiento ha sido contante, dentro de sus obras como en su vida. Tal vez la evasión sea el mismo motor que mueve su escritura, no el reconocimiento o la fama, sólo el deseo de seguir escribiendo y seguir perdiéndose en nuevos territorio ficcionales. La obra y vida de Pitol es una permanente evasión, una eterna escritura que trata de dar fe de ese movimiento: de esa fuga, no sólo de los lugares en los que ha vivido sino también de sí mismo. Ahora él vive en su casa de Xalapa.
     Conocí a Pitol y su casa gracias a un amigo, otro escritor, que no vive en Xalapa sino en el DF y no vive en una casa, sino en un hotel. Otro escapista. Cuando me dijo de la posibilidad de poder ir a visitarlo me agradó la idea, sabía que no sería lo mismo que haberlo conocido hace cinco años, pero conocer el lugar exacto donde había escritor El mago de Viena, fue razón suficiente para aceptar la propuesta.
     Vive en su casa y debido a que ya no puede hablar, se la pasa mirando sus cuadros, sus pinturas, sus fotografías, el lomo de sus libros, por largos ratos durante el día. Si el acto de escribir implica la objetivación de la percepción y la memoria: la manifestación textual de la consciencia-de-sí que lo distingue ante los otros, entonces Sergio Pitol está pasando por su momento más lúcido de escritura; una etapa en la que ya no es necesario escribir nada, sólo recordar.
     Pitol ha potencializado su existencia al nutrirla con la constante presencia de esos elementos ficcionales de otros y, a su vez, se ha dedicado tenazmente a nutrir a la escritura y al arte con su propia existencia. Entre sus palabras, en cada nuevo texto, Pitol ha imbricado de manera armónica su vida con su obra a tal nivel que la primera ha sido envuelta en un halo de su imaginación y especulación que la ha transformado en su obra más importante.
     Ahora él no-escribe su pensamiento y en ese sutil movimiento creo que se revela su apasionado amor por las letras. Dejó de escribir su vida como si fuera literatura hace mucho, ahora, de nuevo en la vanguardia literaria, la recuerda como si fuera literatura.

2 comentarios:

  1. Entretenida narración, no sé si esto realmente pasó, pero si no, al leerlo te creo, lograste muy bien lo que querías mostrar.

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  2. Muy bien.

    http://hermanocerdo.com/2011/07/pitol-y-la-internacional-del-espiritu/

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